Creíamos que sería un paréntesis (los más optimistas hablaron de un punto y aparte, los ilusos incluso de un punto y final), y ha resultado ser un punto y seguido o ni eso, un punto y coma. Esta maldita pandemia sigue y suma, ha sido un continuum al que nos hemos adaptado progresivamente, perdiéndole el miedo y el respeto (confiados en una utópica –por ahora- vacuna y confinados perimetralmente en consecuencia), pese los avisos científicos y sanitarios y con las conocidas repercusiones socioeconómicas negativas.
En Educación, las distintas administraciones educativas dispusieron, sin un referente legislativo claro y en pleno paréntesis tras el estado de alarma, diferentes normativas frente a una misma realidad común, atenuada en ese instante por las buenas perspectivas de la retomada actividad económica y turística. En ese momento, “eludieron” un tanto su responsabilidad, delegando en la “autonomía de los centros” y al mismo tiempo rechazando las peticiones de dichos centros, enmascarando su inacción. Pues bien, las previsiones de inicio de curso no fueron las esperadas y hubo que improvisar nuevas medidas, provocando modificaciones de protocolos, de plantillas, de grupos, de horarios… es decir, un sinfín de exigencias e imposiciones improvisadas, al borde de la nueva legalidad. Y lo peor, directivas y profesorado que han tenido que olvidar el proceso de enseñanza-aprendizaje para ocuparse (y preocuparse) en labores de epidemiólogos, vigilantes, limpiadores, etc.; con actuaciones cada vez más burocratizadas y menos pedagógicas.
Pese a todo, los docentes seguiremos al pie del cañón, expuestos como otros muchos trabajadores, luchando por nuestro alumnado y asumiendo sin paliativos y con profesionalidad que estamos solos, en manos de políticos que no merecen nuestros votos. Seguiremos con nuestras mascarillas en aulas con “más de seis personas”, expuestos a las corrientes de la necesaria ventilación, sujetos a estrictos protocolos, arrimando el hombro con un objetivo: enseñar a nuestros adolescentes y jóvenes lo que implica una pandemia, reflexionando sobre la responsabilidad individual y la conciencia social, para formar ciudadanos críticos, autónomos y competentes, con la esperanza de que aprendan y en un futuro afronten y resuelvan los problemas de otra manera.