Empecemos por el principio: ¿cómo se controlan las ausencias del profesorado? Todo el que trabaja en un centro educativo conoce perfectamente lo que hay que hacer cuando un día no se puede acudir al lugar de trabajo por enfermedad u otra causa –que luego deberá justificar documentalmente–. En primer lugar, tiene que ponerse en contacto con el centro para comunicar la ausencia –igualmente se procede con un retraso– para que el directivo o profesor de guardia lo anote en el Parte de guardia (este documento es fundamental para el funcionamiento del centro, ya que a él acuden todos los profesores de guardia cuando comienzan su tarea para ver a quien tienen que cubrir y dónde tienen que acudir para atender la ausencia). Por lo tanto, ya existe un soporte material, el Parte de guardia, donde se recogen las ausencias de los profesores, aunque el servicio de inspección siempre lo ha considerado insuficiente a tenor de lo que viene a continuación.
El Manual para la gestión del cumplimiento de la jornada y horarios en los Centros Públicos de Educación, aprobado por Resolución de 6 de octubre de 2005, art. 6.2.1 dice:
«6.2.1. Registro diario de asistencias.
Los Centros Públicos y Servicios Educativos deberán contar con un soporte material que recoja la asistencia diaria del personal y garantice la veracidad de la asistencia y la permanencia de la información, así como el control preciso y personal de su propia identificación, mediante el sistema que cada Centro o Servicio Educativo considere idóneo, y que en todo caso deberá permitir posteriores comprobaciones.»
De aquí la existencia de otro documento –físico o electrónico– que recoge la asistencia del profesorado. En muchos centros se sigue usando la hoja de firmas, en la que hay que firmar una a una todas las horas de permanencia en el centro. También hay lugares donde se han implementado sistemas más modernos –y caros, no olvidemos que se dispara con pólvora del contribuyente– como sensores de huella digital o de tarjetas electrónicas. Sobre esto hay que decir que, sea cual sea el sistema utilizado, solo sirve para cumplir lo regulado en el Manual, es decir, estos registros de presencia no se utilizan para el funcionamiento cotidiano del centro, para lo cual se hace uso del Parte de guardia. Solo el inspector, cuando acude al centro, revisa los listados asegurándose del cumplimiento de lo prescrito –enorme ayuda presta al profesorado el servicio de inspección con esta tarea (nótese la ironía)–.
¿De dónde viene, pues, la necesidad de dedicar tiempo, esfuerzo y recursos públicos a implementar funciones innecesarias en la aplicación de gestión educativa iSéneca? ¿El absentismo es un problema real en el colectivo docente? Hombre, profesores que se escaquean y faltan más de la cuenta, haberlos haylos, pero creemos que la proporción es tan insignificante que si la administración hace bien su trabajo y controla esas ausencias más que conocidas, no es necesario matar moscas a cañonazos. ¿Para qué sirve entonces la ubicación del profesorado mediante geolocalización? No encontramos otra explicación que la necesidad de enviar un mensaje a los docentes: “portaos bien, que os estamos vigilando”. Es tal la distancia y la desconfianza que existe entre los políticos que dirigen la Consejería de Educación y Deportes y los profesores, que no se les ocurre otra cosa en la que dedicar su tiempo y el dinero de los andaluces que en desarrollar un sistema para controlar mejor a los profesionales de la enseñanza.
¿Para cuándo un sistema educativo que sea el orgullo de los andaluces y la envidia de cualquier país desarrollado? No, qué va, nosotros a lo nuestro, a controlar que todo el mundo está en su sitio, aunque los resultados sean cada vez peores y los políticos no sepan por qué.