Control 24/7

Súbitamente, al abrir iSéneca, había desaparecido el icono del maldito coronavirus, vigente desde principio de curso debido a la pandemia. En su lugar apareció el intrigante icono “Control de presencia”, sin aviso o información previa ni explicación posterior. Cualquier docente que pulsara dicho icono, podía entrever dos posibilidades borrosas: “por código QR” o “por geolocalización”. En algunos centros ya está activado. La opción del código QR podría ser una herramienta válida para la verificación de identidad o registro, en lugar de otros medios, pero la opción de la geolocalización suena más a vigilancia y parece exagerada, incluso peligrosa. Bienvenidos/as a una nueva pandemia: la del férreo control laboral, quién sabe si personal (pese a la legislación existente que asegura la protección del tratamiento de datos personales confidenciales fuera del entorno laboral).

Este hecho da mucho que pensar. Quizás sea el futuro, pero un servidor ha leído varias obras con diferentes distopías sobre sociedades totalitarias (1984, Un mundo feliz, Farenheit 451) y ha visto películas como Matrix, en las cuales las personas acaban esclavizadas por las máquinas y las inteligencias artificiales creadas. Algunas de esas ficciones ya son realidad. De hecho, Google ya controla nuestras vidas y parte de nuestro trabajo (sí, Classroom y Meet acumulan datos, datos y más datos, no se sabe con qué fines). Séneca aspira a convertirse en un Big Brother con control absoluto en los centros docentes, convertidos en los nuevos Zero-One, nuevas comunidades opresivas y alienadoras. Por ahora, no tengo constancia de su implantación en otros sectores del funcionariado como Sanidad (a través de Diraya) o Justicia (a través de Adriano). Surgen preguntas: ¿Sólo en el ámbito educativo? ¿Por qué? ¿Tanto abuso y descontrol hay en el colectivo para esta intervención?

Este “Control de presencia” senequil parece contravenir lo establecido en el artículo 14, del texto refundido de la Ley del Estatuto Básico del Empleado Público, al que se añade la letra j bis), la cual queda redactada como sigue: “los trabajadores tienen derecho a la intimidad en el uso de dispositivos digitales puestos a su disposición y frente al uso de dispositivos de videovigilancia y geolocalización, así como a la desconexión digital en los términos establecidos en la legislación vigente en materia de protección de datos personales y garantía de los derechos digitales”. Leyendo esto, probablemente desinstalaré la aplicación iSéneca de mi teléfono móvil personal –para evitar que se active la geolocalización por error y que alguien inspeccione mi ubicación–  y exigiré que la Administración ponga a mi disposición un dispositivo digital para usarlo estrictamente en mi entorno laboral.

Percibo la excesiva vigilancia como peligrosa e invasiva de la intimidad. El exceso de control organizacional sólo refuerza la idea de que los empleados por sí solos son incapaces de lograr objetivos, en términos de rentabilidad y eficacia, incrementando la sensación de dependencia y creando una conciencia laboral reactiva, polarizando las opiniones entre la sumisión y la rebeldía, en lugar de una cultura laboral proactiva, más reflexiva y creativa, basada en la confianza y el empoderamiento de los trabajadores, que genere compromiso y rendimiento.

En fin, creo que se podría utilizar documentos ya existentes, como la tarjeta DIPA o el DNI, para controlar la presencia en los centros; o incluso los dispositivos biométricos –ya implantados en muchos centros por directivas con exceso de celo–, por no hablar del mítico “control de firmas”. Miedo me da que a algún iluminado se le ocurra que se nos tatúe un código de barras o se nos implante un chip como a los animales. Tiempo al tiempo.

Ignacio José García García